Lo artesanal desde siempre ha tenido un valor especial al representar el tesoro de conocimientos acumulados de generación en generación por parte de las familias dedicadas a los oficios, y el trabajo manual.
Lejos de lo estándar y la economía globalizada, lo producido artesanalmente atesora historia familiar y una gran cuota de esfuerzo colectivo por conservar los saberes, y contribuir con las dinámicas de la economía comunitaria.
En la mayoría de los casos se utilizan materias primas de la misma localidad, y los productos reflejan elementos que forman parte de la cultura local, como pueden ser técnicas de producción, sabores, empaques, nombres, historias que, en su conjunto, otorgan valor a los servicios y productos, y brindan un sentido de pertenencia a un territorio.
Apoyar a una persona artesana y a familias de artesanos no sólo es relevante desde la dimensión económica, sino también socio cultural. Es valorar los saberes ancestrales representados en productos como pueden ser comidas, artesanías, textiles, cueros, pinturas y otros, que requieren no sólo el reconocimiento de la labor o del producto original adquirido, sino también de la esencia que se comunica por medio de ellos.
A nuestro alrededor podemos encontrar cientos de personas que diariamente se dedican a la elaboración artesanal de productos comestibles, como pueden ser panes, tortillas, repostería, bebidas, dulcería y otros. Existe una gran riqueza de alimentos que conservan la esencia de lo tradicional, gracias a que las familias artesanas han conservado las recetas de generación en generación, y permanecen en el mercado ofreciendo sus productos.
En ferias, mercados y la compra directa al productor es posible interactuar y conocer más acerca de los productos artesanales.
Panadero. Fotografía tomada de ropositorio de acceso libre, Pixabay.